losmacguffin
DE SCHWEPPES A SCHOPENHAUER
El lugar era el Mono, la hora tardía, las armas eran las palabras y los padrinos fueron los parroquianos que habitualmente se reunían allí al cobijo de una luz negra y buena música.
Sería por su gusto por el gintonic que los MacGuffin decidieron llamarse así: un anglicismo sin gancho tan difícil de recordar como de pronunciar.
Aquel día, una beoda y el otro epoto, en ese contexto etílico, se dijeron:
- Con lo que vende Schweppes y lo difícil que es el nombre.
- Y lo mala que es la tónica...
- ¡Pues como nosotros!
Y así se bautizaron en el despropósito que se convertiría en la tónica de sus vidas.
- Y si no el Schopenhauer ese, qué nombre, qué hombre y qué cosas decía.
- Pues si él logró pasar a la historia no vamos a ser menos nosotros.
Pero la historia no espera, la historia se escribe.
De esta guisa escriben sus renglones torcidos por Dios, o por cansinos; sin gracia ni otra pretensión que trascender a la inmortalidad.
Y es que sucede que no hay más sentido que el que le queramos dar y el resto es marketing.
