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EL HOGAR DE LOS MACGUFFIN
En el hogar de los MacGuffin las decisiones importantes las toma el señor MacGuffin mientras que la señora MacGuffin simplemente decide qué es importante y qué no...
No obstante, hay decisiones que toman en conjunto y otras individualmente. En conjunto deciden la postura sobre temas graves como el cambio climático, la salud democrática del país y la conveniencia de una reforma constitucional, o la existencia de Dios y una posible responsabilidad penal por la omisión del deber de socorro... Individualmente la señora MacGuffin decide sobre temas triviales tales como, a saber: a dónde se van en vacaciones, qué ven en la tele, en qué se gastan los dineros y nimiedades por el estilo.
Los MacGuffin, sin embargo, se quieren cuando no se matan. Han aprendido a perdonarse los defectos, por ejemplo: ella le perdona que ronque como un cerdo camino del matadero o que se haya puesto gordo como aquellos porcinos y él le perdona a ella que no sepa cocinar ramen o que sea una maniática del orden, porque manda narices...
A veces, nos recuerdan a Romeo y Julieta luchando contra la adversidad de las circunstancias: el paro y las facturas, las putas facturas; otras veces nos recuerdan a los Roper.
Y es que él es un pusilánime que lleva sus calzones por bandera y ella tiene un carácter que pa qué le voy a contar...
Pero se aman a su manera que no es otra que a diario, cuando se visten de sombras y bailan como la abejas disputándose las flores, cuando hacen de la cotidianidad una fiesta, cuando hacen enloquecer a los relojes, cuando hacen de los abrazos un arte y el resto es poesía...
Han llegado a acuerdos tácitos de respeto y complicidad: ella le deja fumarse algún cigarro a escondidas y él no la besa cuando se lava los dientes porque le dan arcadas.
Son una pareja imperfecta: humanos, demasiado humanos, pero aún así se miran los defectos con cariño y una educación exquisita.
Su hogar es su castillo, un castillo en ruinas como el futuro, pero un horizonte utópico de felicidad.
