Los MacGuffin tienen cierta propensión a meterse en jardines ornamentales de difícil solución, a mantener discusiones bizantinas que no llevan a ninguna parte, a adentrarse en laberintos conceptuales sin salida, a hacer del lenguaje una guerra sin cuartel ni cartel de bienvenida, a encabronarse y sacarse de quicio el uno al otro mayormente...
Era un domingo tardío y doliente, la plácida víspera de una guerra por llegar. Hace ya algún tiempo de esto y sería por aburrimiento que los MacGuffin empezaron a conversar sobre arte...
Los MacGuffin, además de ser cabezones, son tremendamente cabezotas, tienen perspectivas tan distintas sobre algunas cosas que, cuando chocan, son como la colisión de dos trenes de mercancías.
El asunto en cuestión de la discusión versó sobre la figura en el arte de la mujer: su papel, espacio, ámbito, representación, etcétera, y pronto el acalorado debate acabó en trifulca.
El tema no es baladí, pero tampoco para ponerse así: cada uno, desde las trincheras de su verdad y perspectiva, disparaba argumentos y razones como balas impregnadas en cianuro que silbaban sobre sus cabezas.
Mentando aquel proyecto, Womanhouse, el uno se posicionó del lado de Judy Chicago y la otra del de Miriam Schapiro reproduciendo la controversia que ellas mismas tuvieron nada menos que cincuenta años atrás.
Aquella discusión casi les cuesta la relación pero, después de unas horas de fría reflexión, superaron la tontuna de cada cual y afortunadamente no hubo bajas que lamentar ni heridas profundas.
Después de la confrontación vino la reconciliación y el consiguiente enriquecimiento mutuo de perspectivas.
Así se las gastan estos dos...
